El arte de plagiar y las mafias académicas

El arte de plagiar y las mafias académicas
Por Pedro Salmerón Sanginés en Jornada

El funcionamiento de las instituciones de investigación y educación superior estimulan el plagio? Tres casos recientes parecen indicar que sí. El caso Boris Berenzon puso la discusión en el centro, sobre todo porque las autoridades académicas lo defendieron a tal grado de que nació el blog (http://yoquierountrabajocomoeldeboris.
blogspot.mx
) que se ha convertido en referente. Es probable que los dos casos siguientes (Núñez Arancibia y Pascual Gay) hayan sido tan rápidamente resueltos gracias al ruido que hizo el caso Boris.

Esos tres académicos plagiaron textos de académicos. El nuevo caso muestra a profesores que plagian a alumnos. El 26 de agosto una investigación de Gerardo Martínez (http://www.eluniversal.com.mx/articulo
/cultura/letras/2015/08/26/nuevo-caso-de-plagio-cuestiona-integridad-del-sni#.Vd4HwZAWvS4.twitter
) demostró que Cuauhtémoc Calderón Villarreal y Leticia Hernández Bielma plagiaron tres tablas estadísticas y 13 párrafos completos (centrales en su argumentación) de la tesis de maestría de un alumno suyo, que publicaron sin citarlo (ni siquiera en la bibliografía), añadiendo que las tablas eran deelaboración propia.

La comparación hecha por Gerardo Martínez muestra que el plagio es innegable y que El Colegio de la Frontera Norte debió resolver con la misma prontitud con que se resolvieron los casos de Núñez Arancibia y Pascual Gay. Pero no fue así: han transcurrido siete años desde la denuncia del plagio y Calderón y Hernández siguen ocupando sus cátedras. Peor: Calderón ostenta el nivel III del Sistema Nacional de Investigadores y es miembro de una de sus comisiones evaluadoras. ¿Por qué?

Según sus defensores, porque no plagió. Para mostrarlo, exhiben una carta del alumno, en la que afirma que en su momento, Calderón y Hernández le informaron que no apareció como coautor del artículo por un error editorial de la Universidad Michoacana. No hay plagio, pues elpresunto afectado lo niega. Por tanto, Gerardo Martínez es guiado por oscuros intereses contra académicos de intachable trayectoria. El impecable seguimiento que ha hecho Gerardo Martínez, así como una investigación en curso de Javier Yankelevich, muestran fehaciente, incontrovertiblemente un plagio descarado e inexcusable.

Los argumentos de los amigos de Calderón y la carta del alumno (que en entrevista previa no dijo una palabra en defensa los plagiarios), como hace dos años los argumentos de los amigos de Berenzon, muestran que no importa que plagie si –como dice Fernando Escalante– tiene los amigos correctos y forma en los cenáculos correctos:Pertenece, con eso basta(http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=186144). Además, muestran la indefensión de los estudiantes. Conocemos la práctica extendida de plagiar trabajos en curso de estudiantes, y la natural reacción de éstos que, en su mayoría, temen con razón enfrentarse al establishment:como señala Aurora Vázquez, los estudiantes ocupamos el lugar más bajo en la cadena alimentaria de la academia(http://elpresentedelpasado.com/2015/08/31/el-precio-de-la-dignidad/).

Se equivocan los defensores de Calderón al asegurar que no hay caso porque el alumno (al que comprendo) envió una carta (nueve años después y cuando el caso saltó a los medios) exculpando a los profesores que lo plagiaron. Se equivocan al pensar que el plagio sólo debe ser perseguido por denuncia directa: hace dos años nos quedó claro que el plagio es cuestión de todos.

Porque los plagios son sólo la punta del iceberg de la corrupción académica y del funcionamiento de sus mafias. Muchos lo comentamos en los pasillos, pero no nos hemos atrevido a abordar con rigor y seriedad las preguntas que nos permitirían ir desenredando la madeja, tales como las que ahora propongo usando la terminología de la UNAM, pero que sé extensivas a otras instituciones: por supuesto empezamos con ¿quién, cómo elige al rector y a los directores?, ¿qué atribuciones tienen estas autoridades? Estas preguntas, como las relativas a la productividad (entendida como corresponsabilidad social) son más presentes que otras, sobre las formas de reproducción de las mafias y sus mecanismos: ¿cuántos profesores de asignatura interinos fueron designados a discreción por el director de facultad o el coordinador de carrera?, ¿cuántos profesores de asignatura definitivos habían sido antes interinos en esas condiciones?, ¿cuántos profesores o investigadores de tiempo completo fueron designados a discreción del director mediante el artículo 51 del Estatuto del Personal Académico?, ¿qué porcentaje de ellos ganó su posterior concurso de oposición?, ¿cuántos entraron por concurso de oposición para ser profesores de tiempo completo sin haber sido previamente designados por su director? Por otro lado, ¿por qué los estudiantes de posgrado ya no pueden elegir libremente a su director de tesis?, ¿qué oportunidades reales tiene un estudiante de colocarse si carece del tutor correcto? En fin, ¿puede un alumno acusar a un académico de plagio y sobrevivir?

¿Quién le pone el cascabel al gato?

Pd: No conozco a los doctores Calderón ni Hernández, ni sabía de ellos antes de agosto. No conozco a nadie de su entorno. No tengo ningún interés personal en este caso.

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Iniciativa en el Senado contra plagio académico

Iniciativa en el Senado contra plagio académico
Por Emiliano Cassani Serrano en Foro Consultivo Científico y Tecnológico

Cuando se habla de plagio entendemos comúnmente que se trata de un robo o sustracción de un objeto de manera indebida, también es usado para describir a plagiarios, es decir a personas que comenten el delito de secuestro. Es definido por la Real Academia Española como la acción y efecto de copiar obras ajenas, así como la acción y efecto de secuestrar a alguien; en cuanto a su forma verbal, plagiar es definida como copiar en lo sustancial obras ajenas, dándolas como propias, además se refiere al secuestro con el propósito de sacar provecho de la persona plagiada.

Para éste caso dejaremos fuera las acepciones que se refieren al plagio de personas para concéntranos en el entendimiento del plagio como acción y efecto de copiar obras ajenas y plagiar como la acción de copiar en los sustancial obras ajenas, dándolas como propias.

En el aspecto social copiar algo que no es propio, culturalmente tiene una fuerte carga negativa, pero si al hecho de copiar una obra ajena, quien la copia la presenta como suya, el hecho se convierte en un acto reprobable, algo antiético, carente de confianza y veracidad, por enderechazado ampliamente por la sociedad.

Ahora bien, cuando hablamos de plagio académico nos referimos exclusivamente a los hechos que suscitan en las instituciones de educación, pero en particular al acto copiar en su totalidad o de manera sustancial trabajos y obras presentándolas como propias, para sustentar una materia u obtener un reconocimiento o grado académicos.

En los últimos años se han presentado casos de plagio académico que evidencian que quien comete este tipo de faltas, no sólo daña su carrera profesional y personal, sino afecta la confianza en las instituciones académicas, vulnera el orden jurídico del sistema educativo, genera incertidumbre respecto a la validez del grado académico que ostenta y rompe la reglas del mérito académico.

Iniciativa publicada en la Gaceta del Senado de la República: LXIII/1PPO-36/58536

Académica denuncia al Instituto Nacional de Bellas Artes y Conservatorio por plagio

Académica denuncia al Instituto Nacional de Bellas Artes y Conservatorio por plagio
Por Diego Martínez y Rafael Cabrera en Aristegui Noticias

El Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el Conservatorio Nacional de Música (CNM) fueron denunciados por presuntamente plagiar contenidosrelativos al 150 aniversario de dicha institución de educación musical, cuya autoría se atribuye la académica Betty Zanolli.

Zanolli es investigadora de la UNAM y académica con licencia del Conservatorio. Fue ella quien detectó, en marzo pasado, el presunto plagio de al menos nueve de sus obras, por lo que inició una denuncia de carácter penal en contra de ambas instituciones del Gobierno federal, misma de la que Aristegui Noticias tiene copia.

La historia se remonta a los preparativos para el 150 aniversario del Conservatorio (a cumplirse el próximo año, pues fundado en 1866). Este organismo presentó en la página de internet del INBA un texto de sus antecedentes históricos, mismo que apareció bajo los derechos reservados del Conservatorio.

Sin embargo, de acuerdo con Zanolli, cada uno de los párrafos que aparece son de su autoría. La doctora en música señaló que además de no ser consultada, no le dieron crédito alguno. El plagio corresponde a nueve obras diferentes de la doctora, publicadas entre la década de 1997 y 2007. Principalmente de su tesis doctoral titulada La profesionalización de la enseñanza musical en México: El Conservatorio Nacional de Música, publicada en 1997.

Zanolli tuvo un acercamiento con las autoridades del Conservatorio para abordar el caso y a fin de evitar un proceso legal propuso a la institución cumplir con tres peticiones: reconocimiento público del plagio, publicación de la obra de Zanolli y una indemnización por concepto de reparación de daño moral. Fue el último rubro el que no aceptó la institución, y terminó la negociación, de acuerdo al abogado de la doctora en historia, Arturo Flores Albor.

La denuncia penal, con folio PGR/DF/SPE-XXIX/1602/2015-5 y presentada en abril pasado, va dirigida a María Cristina García Cepeda, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, y David Rodríguez de la Peña, director del Conservatorio Nacional de Música. En septiembre fue ratificada la denuncia y sigue en curso.

“Ahorita la denuncia está en espera de que la parte denunciada se presente ante la autoridad, rindan su declaración correspondiente pero hasta la fecha, si bien ya se presentaron, no han todavía dado respuesta a la imputación que se les ha hecho a través de esta denuncia penal”, comentó Zanolli en entrevista.

Agregó que no va a desistir de la denuncia “porque yo confío en el sistema de justicia de México, creo que el derecho nos asiste, estoy convencida de ello”

Explicó: “Si fuera un plagio entre particulares sería grave, pero cuando esto proviene de la máxima institución de cultura de nuestro país y siendo yo egresada y profesora del INBA y del Conservatorio, y aún hasta de la Escuela Nacional de Antropología que también pertenece a la SEP. Considero que este caso debe sentar un precedente, porque no puede una autoridad, sobre todo, atropellar a sus propios ciudadanos. Si la autoridad violenta nuestros derechos humanos, nuestras garantías, nuestra propiedad intelectual ¿qué nos podemos nosotros esperar de nuestros congéneres?”.

El pasado 7 de septiembre, a través de una comunicación interna a la cual también tuvo acceso Aristegui Noticias, el director de asuntos jurídicos del INBA, Gerardo A. Carranza Alvarado, solicitó al subdirector general de Educación e Investigación Artística, Jorge Salvador Gutiérrez Vázquez “girar sus apreciables instrucciones, a fin de que el Conservatorio Nacional de Música, rinda informe exhaustivo relacionado con los hechos anteriormente señalados, toda vez que se ha requerido a esta Dirección de Asuntos Jurídicos comparecer nuevamente ante la PGR el próximo 14 de septiembre”.

Zanolli también explicó que era académica del Conservatorio pero pidió una licencia para integrarse a la UNAM. Cuando intentó regresar a su puesto, se le impidió.

“Desde hace 6 años interpuse mi demanda laboral. Una cosa es la trabajadora que fue privada de forma totalmente arbitraria de su trabajo, es una especie de confabulación de las autoridades en turno que estaban en el Conservatorio, con la anuencia del propio jurídico, en ese entonces del INBA, y ahora la autora intelectual que es víctima de otro atropello”, dijo.

A cambio de que desista de la denuncia penal por plagio, señaló, las autoridades del CNMle propusieron reinstalarla en su plaza.

Al buscar a María Cristina García Cepeda, directora del INBA, para conocer su posición, quien respondió fue  Roberto Perea, director de Difusión de dicha institución.

Perea aseveró que “no podemos decir mucho sobre el asunto porque justamente ya está en el terreno legal. Efectivamente se publicó ese texto, se retomaron algunos textos de autoría de la maestra sin que le avisaran a la gente del conservatorio, fue un error. Después de eso se tuvo una plática con la maestra para intentar de resarcir el asunto pero ella decidió ir por la vía legal”.

“Nosotros creemos que no puede considerarse un plagio, pero bueno, eso ya lo definirán las autoridades correspondientes”, agregó.

De acuerdo al artículo 427 del Código Penal Federal “se impondrá prisión de seis meses a seis años y de trescientos a tres mil días multa, a quien publique a sabiendas una obra substituyendo el nombre del autor por otro nombre”.

Evaluador del SNI también cometió plagio

Evaluador del SNI también cometió plagio
Por Joaquín Sevilla en El Diario Grande de Michoacán Provincia

Desde 2014 Cuauhtémoc Calderón Villarreal es miembro de una de las siete comisiones dictaminadoras del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) que evalúan a la élite académica del país, sin embargo desde 2007 su historial y el de su esposa Leticia Hernández Bielma cuentan con una acusación comprobada de plagio que quedó impune en el Colegio de la Frontera Norte (Colef).

Los antecedentes de este nuevo caso, asentados en el oficio DGAA/019/2008, indican que en 2008 un grupo de académicos denunció a la pareja por plagiar fragmentos, gráficas y evaluaciones de la tesis «Impacto económico de las remesas en la economía mexicana (1980-2005)», presentada en octubre de 2006 por el alumno de maestría Sergio Mendoza Domínguez, para integrarlos en una ponencia celebrada dos meses después en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. La dirección de esta tesis estuvo a cargo de Leticia Hernández, mientras que Cuauhtémoc Calderón participó como miembro del comité de lectores.

Como aparece en la solicitud de información 1107500001314, disponible en el Portal de Obligaciones de Transparencia, aun cuando en 2013 el entonces secretario académico de esta institución, Alfredo Hualde Alfaro, reconoció la existencia de ese plagio, la titular del Órgano Interno de Control, Catalina Salas Bravo, notificó la inexistencia de sanciones en contra de los profesores señalados al carecer de queja formal por parte del agraviado.

Desde hace dos años Calderón Villarreal es investigador nivel III del SNI y desde 2014 se desempeña como miembro de la Comisión Dictaminadora del Área de Ciencias Sociales órgano colegiado que se encarga de evaluar las solicitudes de admisión y promoción en el escalafón de investigadores de todo el país. Leticia Hernández es investigadora nivel I del SNI desde 2008.

Aun con los antecedentes de plagio en su contra, este profesor fue elegido en 2013 como miembro de la Comisión Dictaminadora del Colef, puesto que el Consejo Académico de esta institución refrendó el pasado 16 de junio por mayoría de votos. Esta comisión tiene entre sus facultades las recomendaciones de ingreso, clasificación, permanencia, promoción y distinciones de su personal académico.

Un contraste de las trayectorias académicas de Calderón Villarreal y Hernández Bielma –ambos con estudios en Economía en la UNAM, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y la Universidad Sophia Antipolis, de Francia– arroja que al momento del plagio ella acumulaba sólo cinco artículos en revistas arbitradas y un capítulo en un libro colectivo, mientras que su marido contaba con cinco libros de su autoría, dieciocho capítulos en libros de materia económica, 34 artículos en revistas especializadas y la dirección de seis tesis de posgrado.

Análisis de la tesis

A partir de los señalamientos de plagio en contra de estos dos académicos, «EL UNIVERSAL» hizo una comparación entre la tesis presentada por Sergio Mendoza Domínguez y la ponencia de Calderón Villarreal y Hernández Bielma y que apareció publicada en 2007 en el libro colectivo «La migración en las Relaciones Bilaterales México y Estados Unidos» bajo el sello de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, El Colegio de Tlaxcala y la Universidad de California en Los Ángeles.

El cotejo de ambas versiones revela que los académicos tomaron, entre otros elementos, al menos tres tablas estadísticas elaboradas por el autor original con datos del Banco de México (Banxico) y del U.S Department of Commerce Bureau of Economic Analysis, disponibles hasta 2006.

La primera de ellas corresponde a las “Variables Asociadas al Comportamiento de las remesas, 1980-2005”, que en la tesis aparece como “Gráfica 2.2.2”. Otras dos gráficas que aparecen en las páginas 55 y 61 de la tesis son “Remesas como porcentaje de los Ingresos de Cuenta Corriente, 1980-2005” y “Tasa de Crecimiento del M2 [agregado monetario], 1980-2005:4”.

Las tablas hechas por el tesista no sólo fueron usadas en la ponencia sin el crédito correspondiente, sino que sus profesores refirieron que se trataba de una “elaboración propia” con base en datos de esas dos entidades de regulación y análisis bancario.

La apropiación de trabajo ajeno no concluye con las tablas estadísticas. Los profesores retomaron al menos trece párrafos de la tesis –centrales en el análisis–, entre ellos los primeros seis párrafos del capítulo “3.1.1 Modelo de Vectores Autorregresivos (VAR)”.

Mientras en la página 75 de la tesis dice “Los datos de las remesas familiares están disponibles de 1980:1 a 2005:4 en miles de dólares, estos fueron convertidos a millones de pesos con la serie histórica de cambio para solventar obligaciones pagaderas en moneda extranjera (Banco de México). Las remesas fueron desestacionalizadas con el método X12”, la ponencia de los académicos del Colef reproduce textualmente este párrafo con un ajuste en la numeración de las notas al pie.

Las memorias del seminario en el que aparece esta ponencia producto de un plagio están disponibles en la biblioteca de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y en una veintena de instituciones de educación superior de Estados Unidos, entre ellas las universidades de Princeton, Yale, Stanford, Cambridge, Texas, Arizona, California y la Biblioteca Pública de Nueva York. Este volumen se publicó en diciembre de 2006. En enero de 2007 Leticia Hernández Bielma fue acreditada como investigadora nivel I del SNI.

«EL UNIVERSAL» solicitó reiteradamente la opinión de ambos académicos sobre la autoría de esta ponencia. Ambos evadieron responden a las solicitudes, mientras que el Órgano Interno de Control del Colef rechazó proporcionar información sobre el seguimiento que se dio a esta denuncia.

Luego de comparar la ponencia de los profesores Calderón y Hernández con su tesis de Maestría, el ex alumno agraviado Sergio Mendoza Domínguez declinó hacer comentarios sobre este tema y sólo refirió que de iniciar una queja formal en contra de los profesores verterá sus opiniones por las vías institucionales.

Plagiario en comisión del SNI

Desde 2014 el economista Cuauhtémoc Calderón se desempeña como miembro de la Comisión Dictaminadora del SNI en el área respectiva a Ciencias Sociales. Dentro de sus funciones al interior de este órgano colegiado del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) está la evaluación de las solicitudes de los investigadores de todo el país para su incorporación al padrón de beneficiarios, además de analizar y en su caso aprobar las solicitudes de ascenso dentro de este sistema. En marzo de ese año, usuarios del sistema de transparencia Infomex tramitaron la solicitud de información 1107500001314, donde se hace referencia a las acusaciones en contra de Calderón Villarreal y su esposa.

El marco jurídico que define el funcionamiento de este sistema precisa que la integración de las Comisiones Dictaminadoras estarán formadas por 14 miembros, todos ellos investigadores nivel III. Su integración es definida por la Secretaría Ejecutiva del SNI, función que recae en el titular de la Dirección Adjunta de Desarrollo Científico del CONACyT, actualmente a cargo de la doctora Julia Tagüeña Parga.

Las propuestas de la Secretaría Ejecutiva son avaladas por el Consejo de Aprobación del CONACYT, que integran entre otros el director general de este Consejo y los cuatro directores adjuntos y el director del SNI.

Otros de sus integrantes son el titular de la Unidad de Planeación y Evaluación de Políticas Educativas y el subsecretario de Educación Superior de la SEP, además del director del Foro Consultivo, Científico y Tecnológico del CONACyT, y tres investigadores del sistema.

Calderón Villarreal es miembro del SNI desde 1997. En 2004 recibió el ascenso a investigador nivel II y en 2013 a nivel III. Hasta 2003 se desempeñó como investigador de macroeconomía en la dirección de posgrado de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Entre 2004 y 2005 impartió clases en la Universidad Autónoma de Coahuila y desde 2006 se encuentra adscrito al Departamento de Estudios Económicos del Colegio de la Frontera Norte. Desde 2014 se desempeña como evaluador de la Comisión Dictaminadora del SNI.

Con información de El Universal.

Fraude científico: Resumen y conclusiones (Parte 5)

Fraude científico: Resumen y conclusiones (Parte 5)
Por Joaquín Sevilla en Cuaderno de Cultura Científica

El fraude científico existe, existe desde siempre y hay casos entre los científicos más famosos. Desde Ptolomeo hasta la actualidad, pasando por Mendel, Galileo o el hombre de Pitdown, los casos son innumerables. Y no son algunos casos anecdóticos, según estudios realizados entre el 66% y el 72% de los científicos admite realizar algún tipo de malas prácticas y uno de cada 50 admite falsificar o inventar resultados. Lamentablemente no existe un método científico normativo ni ninguna otra característica que proporcione criterios de demarcación definidos entre lo que es científico y lo que no lo es.

La idea de que la mayoría de los científicos son honestos y hay unas pocas manzanas podridas es demasiado simplista. Es necesario un modelo más elaborado que comienza por mostrar todo un continuo de comportamientos inadecuados en el que no es fácil colocar un umbral que delimite las manzanas sanas de las podridas. De hecho, y siguiendo los trabajos de Dan Ariely, podemos establecer la existencia de un umbral de deshonestidad aceptable tanto por el individuo como por la comunidad.

Se pueden identificar dos tipos de fraude: el movido por el deseo de descubrimiento (tipo 1) y el derivado de la presión profesional (tipo 2). En el primero el científico empuja progresivamente el umbral de lo aceptable, manteniendo una autopercepción de honorabilidad mientras que en el segundo se salta el umbral a conciencia. Contribuyen al de tipo 2, menos interesante intelectualmente, presiones externas como la necesidad de publicación e internas como la vanidad. El de tipo 1, más consustancial al avance científico, se produce cuando se explora sin éxito los bordes del paradigma vigente (en términos de Kuhn) e incluye la ciencia patológica.

El modelo propuesto se resume gráficamente en la figura 1, y esquemáticamente en los puntos siguientes:

  • El estado “honesto” de partida incluye un umbral de fraude aceptable (Ariely)
  • Hay dos formas (fundamentales) de fraude:
    • Tipo 1.- Empujar el umbral en pos de probar una idea
    • Tipo 2.- Saltarse el umbral en pos de méritos profesionales
  • El fraude tipo 2 es intelectualmente menos interesante. Tiene que ver con el equilibrio psicológico del individuo y con presiones externas.
  • En el fraude C1 se incurre al salir del entorno seguro del paradigma de Kuhn en busca de hipótesis revolucionarias.

A la luz de este modelo podemos entender mejor los resultados de los estudios antes comentados. Las prácticas que aceptan llevar a cabo la mayoría de los científicos (recordemos, entre el 66% y el 72%) estarían en el entorno del umbral de lo aceptable. Cuando se pregunta por ellas expresamente se reconoce que no está bien, pero de alguna forma se asume que tampoco está tan mal y que “todo el mundo lo hace”, análogo a llevarse a casa un lápiz de la oficina. Las prácticas que son manifiestamente fraudulentas y conscientes, como inventar datos, afectan a números muy inferiores, compatibles con la idea de las (pocas) manzanas podridas.

La existencia de errores y fraudes en la investigación científica da lugar fundamentalmente a dos consecuencias: retracción de artículos e irreproducibilidad de resultados. El número de artículos retirados de las publicaciones, aunque es muy bajo, crece drásticamente desde el año 2000. Estudios recientes intentando reproducir resultados publicados, por ejemplo en psicología, muestran que en la gran mayoría de los casos los resultados no se consiguen reproducir. Este problema está lejos de ser anecdótico en bastantes disciplinas científicas.

Para el individuo que se dedica a ella, la ciencia es (o puede ser) una actitud vital y una profesión. Además, para la sociedad es un sector de actividad productiva, y en este último sentido la ciencia ha cambiado enormemente en las últimas décadas. En el período de 1996 a 2011 ha habido 20 millones de artículos escritos por 15 millones de autores (ref 1). La ciencia se ha convertido en una actividad de masas.

Las publicaciones científicas existen desde el siglo XVII, pero desde la generalización de internet se pueden consultar con una facilidad y en un número inimaginable hace tres décadas. Por otro lado, los distintos organismos financiadores de la investigación cada vez son más exigentes con los científicos a su servicio: con menos dinero hay que conseguir más publicaciones en menos tiempo. En mi opinión estas son las razones fundamentales que están detrás de la evolución al alza de las malas prácticas en ciencia que, como veíamos, están aflorando aceleradamente.

La presión por publicar la sufren, de manera angustiosa en ocasiones, todos los miembros de la profesión. Esto hace que el colectivo sea más indulgente ante tamaños muestrales escasos, análisis estadísticos pobres, descripciones de la metodología poco claras, conflictos de intereses, etc. En resumen, el umbral de las prácticas aceptables se ha desplazado alejándose de la pulcritud de forma exagerada, en algunos casos al menos. Por otro lado, esa disminución de la calidad de lo publicado no pasa desapercibida ante el escrutinio de un número tan vasto de científicos como el que hoy día rastrea las bases de datos a la caza de ideas para sus próximos trabajos.

La presión por publicar desplazó el acento de la calidad a la cantidad. La presión por el índice de impacto parecía una forma ingeniosa de recuperar el nivel de calidad sin reducir la presión, pero parece que eso está llevando a una disminución de la calidad global, aumentando la tolerancia de los científicos con prácticas dudosas y, en algunas disciplinas, llegando a poner en cuestión el propio avance científico de las mismas.

Un sistema que ha crecido de una forma tan explosiva probablemente tiene aún que encontrar una armonización adecuada de los distintos intereses que alberga. En este camino, la presión por la productividad se tendrá que ver atemperada por la relevancia y la calidad de dichos productos. Para conseguirlo habrá que tener en cuenta cuestiones tales como la incorporación de proyectos colaborativos a gran escala, la cultura de la replicación, el registro, el establecimiento de buenas prácticas de reproducibilidad, la mejora de métodos estadísticos, la estandarización de definiciones y análisis, etc. (recomendaciones tomadas de ref 1). El umbral de lo aceptable se ha desplazado hasta límites que en realidad no queríamos aceptar y es necesario trabajar para devolverlo a un lugar más razonable.

Referencias:

Fraude científico: Algunas consecuencias (Parte 4)

Fraude científico: Algunas consecuencias (Parte 4)
Por Joaquín Sevilla en Cuaderno de Cultura Científica

La existencia del fraude en investigación no es exclusivo de la investigación científica, recientemente se destapado un escándalo sobre la investigación forense del FBI (ref 1). Afecta a las pruebas de concordancia de cabellos que se han utilizado como prueba de cargo en centenares de casos. Revisiones independientes de las pruebas llevan a una falta de reproducibilidad masiva que pone en cuestión la validez de la propia técnica. Estos investigadores, convencidos de la culpabilidad del acusado, ven pruebas más allá de donde realmente las hay del mismo modo que los científicos convencidos de su hipótesis pueden caer en la ciencia patológica. Es interesante comprobar que, también en este caso, la repetición de las pruebas y el avance del conocimiento van corrigiendo los errores. En el caso forense las consecuencias de los errores han podido ser fatales dado que hay casos revisados en los que los acusados fueron condenados a muerte y se ha ejecutado ya la sentencia. En el caso de la ciencia ¿cuáles son las consecuencias de errores y fraudes? Fundamentalmente dos: retracción de artículos e irreproducibilidad resultados.

Cuando se publica un resultado incorrecto y se descubre el fallo hay varias posibilidades. Si el error no invalida las conclusiones del trabajo se publica una fe de erratas en un número posterior de la revista indicando el problema existente en la publicación original. Si el error sí invalida las conclusiones el trabajo debe ser retractado, eliminándolo de la publicación. La retracción pueden realizarla los autores o los editores de la revista dependiendo del caso. También puede ocurrir que haya errores que pasen desapercibidos, en este caso permanecerán en la literatura científica indefinidamente.

La proporción de artículos retractados respecto de los publicados es insignificante. Sin embargo, desde el año 2000 aproximadamente, el número de retracciones está creciendo exponencialmente, incrementándose significativamente la proporción de retracciones respecto de artículos publicados, aunque sigue estando muy por debajo del uno por mil (ref 2,3). Otra observación interesante es la correlación que se observa entre la proporción de artículos retractados y la calidad de las revistas de las que se retiran (considerada a través de su índice de impacto). Las revistas más citadas son también las que sufren más retracciones (ref 4). Los expertos que analizan estas tendencias no creen estemos viviendo una explosión del fraude científico, sino que es su detección lo que se facilita. Es hacia el año 2000 cuando se incorpora de forma masiva el uso de internet al manejo de la literatura científica por parte de los investigadores. Esto ha supuesto que sea más fácil consultar lo publicado, lo que se refleja en que los artículos incluyen más citas (ref .5) y probablemente en que se cuestione más lo publicado, encontrándose más errores que dan lugar a retracciones. Esto explicaría también la correlación con el índice de impacto: las revistas más leídas, obviamente, se ven sometidas a un escrutinio más riguroso que hace aflorar errores y con ellos las retracciones. Es por tanto probable que en revistas con índice de impacto más bajo haya errores que nadie detecta y que permanecen en la literatura. Lo que ocurre es que esos resultados fallidos no sirven de cimiento para posteriores trabajos; si son erróneos pero fundamentalmente irrelevantes tampoco es un gran inconveniente.

Un segundo problema relacionado con las malas prácticas científicas es la irreproducibilidad de los resultados. Se ha llegado a publicar que “la mayoría de los resultados de investigación publicados son falsos” (ref 6). La afirmación se basa en una comparación estadística entre los resultados publicados y las distribuciones que serían esperables. El estudio se concentra en trabajos de medicina. Se puede criticar que para una afirmación tan gruesa las pruebas que se aportan son demasiado circunstanciales ya que no se identifica ningún caso concreto de fraude ni nada parecido. Recientemente se ha realizado un amplio estudio sobre la reproducibilidad de resultados publicados, en psicología en este caso (ref 7), obteniéndose unos datos muy pobres: el 61% de los resultados no se reproducían en absoluto y en el resto solo parcialmente. El problema está lejos de ser anecdótico, especialmente en disciplinas en las que es necesario repetir ensayos sobre gran cantidad de individuos y donde hay muchas variables que pueden interferir en los resultados (como medicina y psicología entre otros). Las características de estas disciplinas dejan unos huecos para las prácticas cuestionables que son difíciles de imaginar en otras en que los sistemas de estudio son más limpios y la evolución disciplinar más acumulativa (como la ingeniería de comunicaciones o la física teórica, por ejemplo). No es que en estas últimas no haya casos de fraude de los dos tipos estudiados, pero es difícil imaginar toda una carrera científica larga y muy exitosa montada sobre resultados fraudulentos (como el caso de Diederik A. Stapel (ref. 8)).

No importa cuál sea la razón última de la falta de reproducibilidad, presión por publicaciones positivas, tendencia a tamaños de muestra demasiado pequeños (por ahorrar costes), descuido en la realización de controles o fraude más o menos abierto. Sea como fuere, el resultado es que el avance real de las disciplinas afectadas está seriamente comprometido ante la falta de seguridad que ofrece la literatura establecida. Con el fin de atajar este problema se han propuesto desde soluciones un tanto peregrinas, como exigir a los doctorandos la repetición de resultados publicados (ref. 9) hasta planes de actuación más complejos a largo plazo como la propuesta de Ioanidis “como hacer más investigación publicada verdadera” (ref. 10). Su propuesta incluye cosas como: La adopción de proyectos colaborativos a gran escala, la cultura de la replicación, el registro, establecimiento de buenas prácticas de reproducibilidad, mejora de métodos estadísticos, estandarización de definiciones y análisis, etc. De alguna forma parece que el umbral de lo aceptable se ha desplazado en algunas disciplinas hasta límites que en realidad no queríamos aceptar y es necesario un trabajo de fondo para devolverlo a un lugar más razonable.

Referencias:

Fraude científico: Profundizando en los dos tipos de fraude (Parte 3)

Fraude científico: Profundizando en los dos tipos de fraude (Parte 3)
Por Joaquín Sevilla en Cuaderno de Cultura Científica

Podríamos resumir el capítulo anterior de esta miniserie con las siguientes ideas. Entre el comportamiento totalmente honesto y el fraude absoluto hay un continuo de malas prácticas en el que no se puede establecer una frontera categórica. Sin embargo existe un umbral de lo aceptable, individual y socialmente, que no es totalmente fijo. Se pueden considerar dos tipos distintos de fraude: uno en el que el científico, en pos de la validación de su hipótesis, va desplazando el umbral de lo aceptable incurriendo en prácticas progresivamente menos éticas; en el segundo tipo es la presión por obtener resultados profesionalmente valiosos lo que impulsa al científico a saltarse abiertamente el umbral e incurrir en prácticas fraudulentas. Por brevedad le llamaremos fraude tipo 1 al primero (inconsciente y movido por la hipótesis) y tipo 2 al segundo (consciente y motivado por la presión profesional).

Al fraude tipo 2 contribuyen presiones externas, como la necesidad de publicar (“publicar o perecer”), intereses empresariales o políticos(ejemplo exagerado sería el caso Lysenko en la URSS, ref 1). También contribuyen presiones internas, especialmente la vanidad, defecto que se atribuye frecuentemente a los científicos. Valga como ejemplo esta cita textual de (ref 2):

“La personalidad del científico y del individuo intelectualmente dotado no ha cambiado a través de las épocas; la postura narcisista y paranoide de algunos investigadores puede hipertrofiarse y sinergizarse con la demanda apremiante del sistema de valoración científica de nuestros días, y con presiones chauvinistas o políticas”

En cualquier caso, siguiendo a Nicolas Turro (ref 3), “no estoy interesado en las prácticas deshonestas que raramente son intelectualmente interesantes”, por lo que no vamos a profundizar más en el fraude tipo 2. Se puede encontrar más información en (ref 2) y una gran cantidad de caso analizados también en (ref 4).

El fraude tipo 1, el que resulta intelectualmente interesante, probablemente es consustancial al desarrollo mismo de la actividad científica. Vamos a acompañar a Turro hacia una teoría general de la ciencia patológica (ref 3), comenzando con un par de citas textuales:

“El camino de la gran ciencia no es que esté ensuciado con algunos errores históricos, está construido mediante un proceso de corrección de errores constante” (The road to greater scientific truth is not just littered with history’s errors; it is built through a process of constant error correction)

“La incertidumbre es parte de todas las ciencias, y los juicios subjetivos son inevitables en la mayoría de los campos, pero los fenómenos estadísticamente marginales en el umbral de la percepción humana son fáciles de malinterpretar.” (Uncertainty is part of all science, and subjective judgments are inescapable in most fields, but statistically marginal phenomena on the threshold of human perception are easy to misinterpret)

Todos hemos oído que para ser innovadores hay que pensar “fuera de la caja”. En ciencia también es cierto que para conseguir avances significativos hay que pensar más allá de lo establecido. Pero ¿qué es exactamente “la caja” fuera de la cual hay que situarse? Esta caja se puede identificar con el paradigma, el concepto central de Thomas Kuhn en su teoría de las revoluciones científicas (ref 5). Kuhn plantea una evolución de las disciplinas científicas (una vez establecidas como tales) en las que se alternan períodos de “ciencia normal” con momentos de revolución. En las fases de ciencia normal la comunidad científica asume de forma consensuada un conjunto de teorías que conforman “el paradigma” científico del momento. La tarea en estas fases consiste en ir intentando explicar cuestiones novedosas en el marco del paradigma vigente, o dicho de otro modo, ir extendiendo el ámbito de validez del paradigma. En esta tarea van apareciendo casos que no encajan, anomalías. Mientras no son demasiadas pasan desapercibidas pero a medida que la cantidad de anomalías aumenta, puede dar lugar a una situación de crisis que se supera con la creación de un nuevo paradigma. El nuevo esquema es mejor que el anterior dado que debe explicar las mismas cosas que el anterior más las anomalías, o al menos buena parte de ellas.

Así pues, es necesario alejarse de lo establecido, salirse del centro del paradigma, para afrontar las revoluciones que darán lugar a avances científicos significativos. Pero ese camino es peligroso, no es nada fácil distinguir auténticas anomalías de errores de medida, en cambio sí es fácil dejarse llevar por la ilusión y ver revoluciones donde no las hay. Un momento de crisis en el avance de una disciplina supone andar sobre el filo de la navaja. Se puede caer del lado de la genialidad y proponer un avance genuino, o se puede caer del lado equivocado, en el error; y si se persevera en el con suficiente energía, en el fraude. Ese fraude sería el que se ha denominado en el pasado “ciencia patológica”. En muchos casos solo el paso del tiempo y la repetición y refinamiento de los experimentos es el juez capaz de diferenciar entre ambos.

Obsérvese cuan diferente es la consideración de las prácticas poco rigurosas en el caso de que la idea perseguida fuera realmente revolucionaria o no. El que Galileo (quizá) no hiciera muchos de los experimentos que relata, Millikan escogiera de entre sus resultados los que le cuadraban o Mendel maquillara completamente los resultados de sus guisantes no importa, ya que con esas faltas (llamarle fraudes o no dependerá de dónde coloquemos cada uno nuestro umbral de lo aceptable) contribuyeron a establecer revoluciones científicas genuinas. Con faltas equivalentes cometidas, por ejemplo por Flishman y Pons cuando pretendieron haber encontrado la fusión fría (ref 6), somos mucho menos indulgentes. Esos errores apoyaban una idea que el tiempo demostró equivocada y por tanto somos mucho más proclives a considerarlas fraudulentas.

Cuando las excursiones del paradigma han resultado fallidas, pero sus autores perseveran en su ilusión de revolución se tienden a producir una serie de comportamientos extraños que fueron identificados por primera vez por Irving Langmuir, químico y físico estadounidense, ganador del Nobel de química en 1932. En una conferencia celebrada en 1953, Langmuir denominó “ciencia patológica” a este tipo de comportamientos (refs 7,8), describiendo una serie de características como serían (sin pretensión de exahustividad):

  • El efecto observable máximo es producido por un agente causante de intensidad apenas perceptible, y la magnitud del efecto es sustancialmente independiente de la intensidad de la causa.
  • La magnitud del efecto es cercana al límite de la detectabilidad, o muchas medidas son necesarias debido a la baja relevancia estadística de los resultados.
  • Hay afirmaciones de gran exactitud.
  • se proponen teorías fantásticas contrarias a la experiencia.
  • Las críticas se resuelven con excusas ad hoc.
  • La proporción de partidarios frente a los críticos aumenta y después cae gradualmente al olvido.

Recapitulando, hemos diferenciado dos tipos de fraude, el movido por el deseo de descubrimiento (tipo 1) y el derivado de la presión profesional (tipo 2). Contribuyen al de tipo 2, menos interesante intelectualmente, presiones externas como la necesidad de publicación e internas como la vanidad. El de tipo 1, más consustancial al avance científico, se produce cuando se explora sin éxito los bordes del paradigma vigente (en términos de Kuhn) e incluya la ciencia patológica.

Referencias:

Fraude académico en Science

Fraude académico en Science
Por Roberto Rodríguez Gómez en Campus Milenio

En diciembre de 2014 la revista Science (vol. 346, núm. 6215, págs. 1366-1369) publicó el artículo “When Contact Changes Minds: An Experiment on Transmission of Support for Gay Equality” (Cuando el contacto cambia mentalidades: un experimento sobre la transmisión de apoyo a la equidad gay), de la autoría de Michael J. LaCour y Donald P. Green. Por estas fechas, el descubrimiento de datos probablemente manipulados en la investigación ha ocasionado una gran polémica en el ambiente académico estadounidense y ha trascendido a medios de opinión pública y a las redes sociales.

El artículo sintetiza su contenido en el siguiente resumen (traducción libre del abstract): ¿Puede una sola conversación cambiar la mentalidad de las personas en cuestiones sociales controvertidas, como el matrimonio entre personas del mismo sexo? Un ensayo aleatorio controlado con placebo evaluó si los promotores gay (n = 22) o los heterosexuales (n = 19) fueron efectivos al hacer que los votantes (n = 972) apoyaran el matrimonio entre personas del mismo sexo, si el cambio de actitud persistió, y si se extendió a otros votantes a través de redes sociales.

Los resultados, medidos por una encuesta de panel independiente, muestran que tanto los promotores homosexuales como los heterosexuales produjeron efectos relevantes en un principio, pero únicamente los efectos de los promotores gay persistieron en 3 semanas, 6 semanas y 9 meses de seguimiento. También encontramos fuerte evidencia de una transmisión del cambio de actitud dentro de los hogares, pero sólo a raíz de las conversaciones con los promotores gay.

El contacto con promotores homosexuales también provocó un cambio sustancial en la valoración general sobre hombres gay y lesbianas. Estos efectos -grandes, persistentes y contagiosos- fueron confirmados mediante un experimento de seguimiento. La investigación de campo y sistematización de los resultados fueron realizadas por LaCour. Contó, para ello, con el patrocinio de varias fundaciones privadas, además de una aportación privada anónima. Logró reunir, para la investigación, cerca de medio millón de dólares, ni mucho ni poco para una encuesta estadísticamente válida.

Michael J. LaCour, el autor principal del artículo, es un joven candidato a doctor en Ciencia Política de la Universidad de California en Los Ángeles. En el comité revisor de su tesis está asignado Don P. Green, quien sería su coautor en el artículo de Science. En la propia UCLA LaCour obtuvo la maestría en Ciencia Política (2012) y ha publicado hasta la fecha una media docena de trabajos académicos. Su carrera está, o estaba, precisamente en el punto de despegue. En un medio como el estadounidense conseguir un hit de la envergadura de un artículo en Science le auguraba una posición en prácticamente cualquiera de las universidades de mayor reputación.

Don Green, el coautor, es un académico maduro, de reconocida trayectoria en ciencias políticas. Forma parte del claustro de profesores del departamento de Ciencia Política de la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha publicado decenas de trabajos académicos, algunos de los cuales se consideran de gran relieve para la teoría política y sus aplicaciones.

La relación entre LaCour y Green se remonta al 2012, cuando el primero asistió a un seminario del profesor Green sobre diseños experimentales en ciencias sociales. Posteriormente Green presentó a LaCour a un colega, Dave Fleischer, quien también estaba trabajando en el tema de encuestas a través de promotores de voto y por internet. LaCour y Fleisher mostraron a Green resultados iniciales de su trabajo y Green se animó a apoyar el proyecto que LaCour preparaba sobre posibles cambios actitudinales en función del papel de promotores de voto.

El principal resultado de la interacción fue el artículo que Science dio a conocer, aunque también la tesis doctoral de LaCour. A comienzos del 2015 las cosas pintaban de maravilla: la repercusión académica del trabajo LaCour-Green había sido notable. La Midwest Political Science Association les otorgó el reconocimiento de mejor artículo de 2014.

Hasta que a principios de mayo se divulgó, en el sitio web de dicha universidad el texto “Irregularities in LaCour (2014)”, de David Broockman, Joshua Kalla y Peter Aronow. Ellos comunicaron que al intentar replicar el estudio habían descubierto anomalías tanto en la recolección de datos como en la sistematización estadística de resultados. Ante la evidencia, Green optó por comunicar a Science su deslinde del trabajo publicado, lo que previamente comunicó a LaCour para que se sumara a la acción y asumiera responsabilidad. LaCour no contestó a la solicitud de Green.

Science publicó la carta de deslinde y arrepentimiento de Green, pero aún no ha quitado de su publicación electrónica el trabajo conjunto, en espera de la comunicación de LaCour. Este último, en su página personal y en twitter afirma que presentará pruebas de que la información es válida ¿lo conseguirá?

Fraude científico: La difusa frontera de la deshonestidad (Parte 2)

Fraude científico: La difusa frontera de la deshonestidad (Parte 2)
Por Joaquín Sevilla en Cuaderno de Cultura Científica

Hay una broma clásica, que circulaba en fotocopias por los laboratorios antes de internet, que consiste en un glosario de frases típicas de artículos científicos junto con su supuesto significado verdadero. Cosas del tipo “la muestra fue tratada con extremo cuidado” significaría “solo se nos cayó al suelo tres o cuatro veces” o “un resultado típico” que significaría “la única vez que salió así de bien”. La broma resulta graciosa entre las personas que escriben artículos científicos porque de una u otra forma se encuentran reflejados en ellas. Todos exageramos un poco nuestros resultados a la hora de comunicarlos, o quizá no tan poco. ¿Es esto fraude? La gran mayoría de la gente no considera fraude este tipo de prácticas de, llamémosle, escritura creativa. ¿Y olvidar un punto en una gráfica porque difería mucho de otros cien? ¿Es eso fraude? Solo un dato entre cien, claramente disonante, parece que la ley de los grandes números estaría de nuestro lado. Aunque no sepamos que se hizo mal, podemos suponer que en ese caso hubo un fallo en el experimento y podemos descartarlo sin problemas. ¿Y dos? ¿Y si fueran el 75% de los datos?

Entre las prácticas que sin ser perfectas son claramente aceptables y la deshonestidad manifiesta existe un continuo en el que no es evidente establecer la frontera. Esta cuestión la ha estudiado con profundidad el investigador de la Universidad de Duke Dan Ariely. En sus estudios sobre economía basada en el comportamiento (behavioral economics) ha realizado una serie de experimentos sobre la deshonestidad, no en el ámbito específico de la ciencia pero aplicables también al mismo (refs 2, 3). Según estos trabajos, los mentirosos compulsivos, personas abiertamente deshonestas, existen pero en una proporción bajísima. La mayoría pensamos de nosotros mismos que somos personas honestas, y nuestro comportamiento no debe entrar en contradicción con esa autoimagen de rectitud. Por otro lado, hay muchas situaciones en las que, sin apenas riesgo, tenemos al alcance de la mano algo que nos produce un beneficio significativo a cambio de una pequeña falta.

Por un lado tenemos la autoimagen de rectitud, y por otro la tentación del beneficio fácil y entre ambos polos se establece una tensión que se resuelve con el establecimiento de un umbral de lo aceptable, un cierto nivel de deshonestidad que podemos racionalizar que resulta tolerable. Es aceptable tomar un lápiz del armario de material de la oficina y llevárselo a casa, o una carpeta o unos folios. En cambio si se deja un cesta con monedas, aunque tengan el mismo valor que los lápices, nadie se lleva una moneda, no es aceptable, lo percibimos como un robo. Ariely describe un montón de experimentos, realizados en algunos casos con grupos de miles de personas, en los que se comprueba la existencia de ese umbral de la deshonestidad tolerable y, lo que es más interesante, cómo ese umbral se modifica un poco al alza o a la baja en función de algunas variables de entorno con las que juegan en los experimentos. Los comportamientos que más fácilmente van a entrar dentro del margen de lo aceptable son los que se pueden justificar de una forma más sencilla: el daño producido es muy pequeño, todo el mundo lo hace, etc.

Estos resultados de Ariely son directamente transportables al caso de la honestidad del científico. La pequeña falta de llevarse un lápiz del trabajo, que apenas es nada y todo el mundo lo hace tiene su equivalente en la exageración de los resultados en las publicaciones: aceptamos que no hace daño a nadie y que todo el mundo lo hace, luego no plantea problemas a nuestra autoimagen de científicos rectos.

Tenemos pues un primer modelo para acercarnos al análisis del fraude científico: las malas prácticas se disponen en un continuo sobre el que existe un umbral de lo aceptable admitido personal y socialmente. El umbral no es fijo, puede variar con el tiempo, con el grupo social (por ejemplo entre diferentes disciplinas científicas) y por supuesto con el individuo concreto. Consideraremos por tanto prácticas fraudulentas las que estén más allá del umbral de lo aceptable.

En el fraude científico se pueden establecer dos categorías fundamentalmente diferentes, que se corresponderían con las dos facetas fundamentales del científico y que dan lugar a dos formas distintas de rebasar el umbral de lo aceptable. Federico di Trocchio, tras un extenso análisis de casos de fraude (ref 4) ya establece estas dos categorías de fraude. La actividad del científico tiene dos aspectos fundamentales: por un lado la ciencia es una actitud vital, el deseo de conocer, de plantear preguntas y encontrar respuestas; por otro lado la ciencia es una profesión, una profesión muy exigente en ocasiones, que requiere de la obtención de resultados con regularidad. Esta exigencia se resume a menudo en la frase “publicar o perecer”.

La ciencia como actitud vital da lugar a un tipo de fraude en el que el umbral de lo tolerable se va desplazando poco a poco hacia lo deshonesto. El científico, obcecado por la validez de su hipótesis, descuida el rigor de sus prácticas y se va deslizando hacia el fraude progresivamente. En su mente el fin justifica los medios y nunca pierde su autoimagen de honestidad. Por otro lado, el científico como profesional, en casos en que la amenaza de “publicar o perecer” se percibe muy próxima a perecer, puede sentirse impelido a saltarse el umbral de lo aceptable y caer en malas prácticas abiertamente. A diferencia del caso anterior, en este la ruptura del umbral es brusca y consciente.

Referencias.

  • Parece ser que la primera versión procede de C.D. Graham, From Metal Progress 71, 75 (1957). Se puede encontrar en multitud de sitios, por ejemplo: (i) A glossary for research reportso (ii) Guide To Translating Scientific Papers Into Plain English
  • “The Honest Truth About Dishonesty: How We Lie to Everyone–Especially Ourselves” Dan Ariely, Harper Collins Publishers, 2012.
  • Se pueden encontrar conferencias de Ariely en youtube donde explica sus experimentos: Tam 2013TED 2012
  • “LAS MENTIRAS DE LA CIENCIA” Federico di Trocchio. Alianza Editorial, 1993

 

Fraude científico: Una primera aproximación

Fraude científico: Una primera aproximación
Por Joaquín Sevilla en Cuaderno de Cultura Científica

De vez en cuando salta a los medios de comunicación un caso de fraude científico y siempre resulta sorprendente. Claro que sabemos que las personas que se dedican a la ciencia son humanas y por tanto sujetas a las mismas debilidades que cualquier otra persona, pero hay cierto tipo de debilidades que resultan especialmente incómodas. Nos resulta especialmente repulsivos las violaciones relacionadas con la profesión del delincuente: un pirómano de profesión bombero, un delincuente sexual sacerdote o, el caso que nos ocupa, un mentiroso de profesión científico.

El fraude científico existe, existe desde siempre y hay casos entre los científicos más famosos. Hay fundadas sospechas de que Ptolomeo hizo pasar por suyos datos astronómicos que en realidad eran de Aristarco de Samos (ref 1). Recientemente ha ingresado en prisión Dong-Pyou Han, un investigador en vacunas, condenado por inventar datos en experimentos sobre la vacuna contra el VIH (ref 2, 3). Los casi 2000 años que separan estos sucesos han estado salpicados de otros muchos casos. Parece ser que Millikan eliminaba de su cuaderno de laboratorio las observaciones que no le interesaban, Mendel y sus guisantes también han resultado polémicos, incluso hay dudas sobre si Galileo realizó realmente los experimentos que relata en sus textos. Hay casos clásicos, como el del hombre de Pitdown, un fósil que se hizo pasar por el eslabón perdido en la evolución entre el hombre y el mono cuando realmente era un engendro creado con trozos de cráneo humano y de chimpancé (ref 6). Hay multitud de casos bien documentados, así como diversas compilaciones (ref 4, 5).

Repuestos de la sorpresa inicial y convencidos de que de vez en cuando aparecen casos de fraude científico, el siguiente paso es suponer que esos casos son relativamente anecdóticos. Probablemente se trate de unas pocas manzanas podridas en un ambiente fundamentalmente honesto. Sin embargo la evidencia empírica parece dejar claro que no es este el caso.Según algunos estudios (ref 7), un tercio de los científicos admite realizar algún tipo de malas prácticas y uno de cada 50 admite falsificar o inventar resultados, una de las peores prácticas imaginables. Estos resultados están en la misma línea de otros publicados con anterioridad (ref 8) en los que se elevaba al 72% el nivel de incidencia de algún tipo de malas prácticas científicas. Es interesante notar que cuando se pregunta por las malas prácticas que uno conoce de los compañeros los números salen bastante más altos que cuando se pregunta por las propias.

Con independencia de los detalles finos, este tipo de estudios deja claro que el modelo de unas pocas manzanas podridas en un entorno fundamentalmente honesto no se sostiene. Unas prácticas en las que incurre entre el 66% y el 72% de un grupo no se puede considerar una rareza; esos números más bien sugieren que estamos más ante una característica que ante una enfermedad. Sin embargo, habrá quien piense que no puede haber una zona de incertidumbre tan grande ya que la ciencia bien hecha sigue un proceso establecido bien definido como es el método científico. Según esa imagen el método científico es como una máquina de hacer chorizos que, si se alimenta con el material adecuado (observaciones y experimentos) y se le da vueltas correctamente a la manivela (hipótesis, deducción, comparación con el y vuelta al comienzo), lleva inexcusablemente al resultado deseado: conocimiento científico certificado. Esa visión del método científico es demasiado simplista y fundamentalmente incorrecta. Lamentablemente no existe un método científico normativo que proporcione una certificación (ref 9), un criterio de demarcación definido entre lo que es científico y lo que no lo es. Tampoco se puede recurrir a otros criterios sencillos del tipo “es ciencia lo que haya sido publicado en revistas de alta calidad con revisión por pares”. Los pares que revisan los artículos vigilan un cierto tono general de sensatez de lo que se publica pero no repiten con sistemática los resultados propuestos para publicación. De hecho, como veremos más adelante, se publican por estos cauces “oficiales” de la ciencia multitud de errores y falsedades.

Queda pues planteado el problema, no disponemos de ninguna criba que nos separe el grano de la paja: la ciencia bien hecha de la que se ha generado con mala praxis. Por otro lado, comportamientos calificables como mala praxis en algún sentido u otro afectan a la mayoría absoluta de los científicos. Para comprender como es esto posible, y por qué no elimina la validez de la ciencia (o en qué medida si lo hace) necesitamos un modelo más complejo de la actividad científica y de la mala praxis en la misma. Esto es lo que se pretende desarrollar en los próximos capítulos de esta miniserie sobre el fraude científico.

Referencias: