La Transparencia es el deber de la investigación científica: Lazcano
Por Isaac Torres Cruz en Cinvestav: Avance y Perspectiva
La investigación científica ha permitido a los seres humanos comprender la realidad que los circunda y colmar su aspiración por conocer la verdad. Es, al mismo tiempo, una actividad humana falible y en ocasiones víctima de la indolencia moral que caracteriza a nuestra sociedad.
El mal proceder en la ciencia no es exclusivo de un país; se esparce por todo el mundo y se ha convertido en un tema fundamental para la sociedad del conocimiento.
Entre los problemas que más preocupan a los científicos e instituciones de educación superior e investigación se encuentran: el plagio de ideas, la falsedad de procedimientos y la baja calidad del trabajo de investigación. Temas que Antonio Lazcano Araujo —quien investiga el origen de la vida y es el mexicano con mayor número de publicaciones en Nature y Science, dos de las revistas científicas de mayor reconocimiento en el mundo— bosqueja con una visión global para Avance y Perspectiva.
Para el biólogo de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la transparencia en el proceder de la investigación es ineludible: debe haber claridad en las premisas, metodologías y resultados obtenidos en el trabajo de los científicos. Solo así habrá alguna garantía de que no se oculta nada en su investigación.
“Pero lo que la historia ha demostrado una y otra vez es que la ciencia es como la democracia: con el tiempo corrige sus errores”, dice para referirse a los casos de fraude que han sido ampliamente difundidos, como el del Instituto Riken en Japón —donde un grupo de investigadores reportó, de forma fraudulenta, un método para reprogramar células madre adultas para, potencialmente, transformarlas en cualquier tejido humano—. Hace poco, el doctor Lazcano estuvo en Japón y conoció a un estudiante de este instituto. “Uno sentía el bochorno real de este joven.”
Han existido otros casos graves, menos difundidos por los medios, pero presentes en la comunidad científica, “como el de un investigador de una universidad del Medio Oriente que tenía el mismo artículo en 12 o 15 revistas y no decía nada. Pero es un síntoma del problema que existe para evaluar los manuscritos científicos”.
En contraste, refiere, está el caso del químico Ronald Breslow, con tanto prestigio que ha sido considerado para obtener el Premio Nobel. “Hace un año le pidieron un manuscrito para Nature y alguien, que lo malquiere, fue a revisar artículos suyos anteriores y se dio cuenta de que repetía, tal cual, algunos renglones de un texto previamente publicado. Eso no me parece una falta de ética, sino algo casi comprensible: que uno se copie a sí mismo.”
Nuevas experiencias
Para Lazcano Araujo, los científicos y la sociedad pueden, en ocasiones, enfrentar situaciones inéditas, en las cuales no se sabe cómo proceder y pueden originar suspicacias o debates éticos. “Por ejemplo, tengo una colega que en algún momento estuvo interesada en trabajar con un tipo de cianobacterias para hacer ingeniería genética, pero se detuvo porque se dio cuenta de que producían unas toxinas muy fuertes. Ella sola se contuvo para evitar un problema ambiental”.
Así, con la llegada de las misiones Apolo a la Luna —ejemplifica—, la National Aeronautics and Space Administration (NASA) se preocupó mucho por no traer ningún organismo patógeno nuevo al regresar a la Tierra. “Ahora, la biología sintética, que no es más que la aplicación masiva de la ingeniería genética, plantea que debemos tener cuidado con los alcances de esta tecnología.”
Pero hay otros casos que pueden mantenerse como lastres de la falta de ética científica y que deberían preocupar más a la comunidad de investigadores, “como los grandes consorcios científicos o los grandes aparatos académicos que aplastan el trabajo de otros, así como aquellos que imponen modas que limitan las posibilidades del reconocimiento científico de gente en países con menor presencia académica”.
Cantidad o calidad
Este tipo de faltas a la verdad científica pueden tener como motivo la búsqueda de prestigio o ascensos en la carrera, pero esta cuestionable moralidad no tiene que ser necesariamente ilegal. El científico universitario resalta algunos casos comunes que permean al sistema de investigación en nuestro país y que pueden afectar el desarrollo de estudiantes de posgrado.
Un caso se refleja en las ciencias biológicas, “en las que presenciamos una transformación que me preocupa, porque en ciencias de la vida, al menos, ya entramos a un área llamada big science”. Hace algunos días fue de su conocimiento una investigación francesa sobre una secuenciación genómica que tenía más de 500 autores.
“No me imagino lo que puede aprender un científico joven o estudiante con esta división del trabajo. Me recuerda la películaTiempos modernos de Chaplin: solo que aquí el investigador se vuelve una tuerca más en una maquinaria gigantesca. A ese tipo de proyectos les veo poco interés intelectual, aunque en otros campos de la ciencia se ha desarrollado mucho. Hay que embarcarse en proyectos con el objetivo de aprender, lo anterior no puede ser formativo.”
Desafortunadamente, agrega, hay una tendencia a medir el número de publicaciones científicas y no valorar su calidad. Lazcano hace referencia al caso de Francis Crick [Premio Nobel de Medicina, quien realizó, junto con James Watson, el descubrimiento de la estructura molecular del ADN], que no publicó muchos artículos (papers) a lo largo de su vida, “pero cada uno fue una bomba espectacular con impacto en varias áreas de la ciencia; fueron deslumbrantes.”
En México esto es un problema, puesto que para mantener el estatus como investigador en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) o la titularidad académica dentro de las instituciones, es requisito tener muchas publicaciones, la mayoría de las veces en detrimento de la calidad. “Hemos copiado cada vez más el modelo estadounidense de presentación de proyectos con subvenciones que en el fondo transforman a algunas universidades en un negocio. Ahí se confunde la diferencia entre precio y valor de la ciencia”— afirma Lazcano.
La falta de ética en la ciencia —agrega—, es un tema muy heterogéneo, como la práctica misma de la investigación científica, ya que hay intereses, formaciones, premisas, metodologías y objetivos diversos, así como diferentes antecedentes intelectuales, sociales y políticos. “La heterogeneidad es brutal, pero al mismo tiempo hay un interés por resolver problemas con ópticas distintas. A mí me preocuparían más, por ejemplo, los experimentos hechos con programas económicos que afectan a millones de personas, pero que no son criticados con la misma intensidad con que se critican algunas propuestas científicas”.